REFLEXIÓN
MI MUNDO INTERIOR
Nunca
imaginé que la complejidad de mi persona pudiera llevarme por este
laberinto de luces y sombras, de miedos y dudas, de verdades a medias
o mentiras que parecían ser ciertas.
El
ser humano se empeña en complicarlo todo, tal vez ese es el nombre
propio de nuestra mente, que necesita resolver problemas, ecuaciones
y entresijos varios para poder ser útil.
El
corazón no es igual que la mente, no precisa de soluciones, no ve
problemas ante él, sólo ve aprendizajes y experiencias, sólo hay
amor en él, pero no es ese amor que los hombres conocen, sino el
amor que no conocen, el que se convirtió en una quimera, en un
cuento inalcanzable, en un horizonte que nunca logras rozar.
Mi
naturaleza es, como la de todos los seres humanos, una mezcla entre
esa complejidad de la mente y esa sencillez del corazón.
Mi
camino, trazado desde antes de nacer en este lugar, consiste en
lograr alcanzar esa sencillez, pues esa es la naturaleza del alma, lo
demás es filosofía, pensamiento, un entretenimiento para el Ser,
pero debe dejar de estar por encima de la pureza que hay en cada uno
de nosotros, oculta bajo las capas de la razón.
En
ocasiones me encuentro a mí misma divagando entre mis dudas y, en un
segundo, extraviada en un mar de ideas que me emocionan, que me
ayudan a encontrar un sentido a mi existencia, sin embargo suelen ser
pensamientos que actuan como una droga que me eleva, partiendo desde
el intelecto hacia el razonamiento, hacia el conocimiento, pero aun
siendo tan locuaces y certeras, en realidad no puedo responder a mis
preguntas a través de la mente, eso sólo me genera más y más
interrogantes y muy pocas respuestas fiables, sólo cavilaciones.
Eso
no quiere decir que el intelecto no sea capaz de llevarme hasta
algunas soluciones, lo hace, pero sólo cuando se trata de problemas
que provienen del mismo plano intelectual, con el plano emocional no
funciona igual.
Hace
un tiempo descubrí gracias a otros pensadores del corazón, que la
razón sin el amor es como un círculo sin acabar, o una ecuación
sin incógnita, o un universo sin estrellas y planetas.
De
nada sirve la inteligencia si nuestra alma está desconectada de
ella, si ésta no puede hacerla servir para actuar desde el amor
universal e incondicional. El amor es un motor que puede guiarnos
hacia la verdadera sabiduría, hacia ese universo colmado de luces,
estrellas, planetas, galaxias...
He
comprobado que cuando pienso desconectada de mi ser, acabo en un mar
de confusiones, pues mis emociones se disparan y enturbian a mi
mente, la cual no está para nada exenta de dichas emociones, ya que
éstas provienen de ella.
Algunos
creen que el amor nace de la mente, que es una emoción o un
sentimiento, pero puedo afirmar desde mi propia experiencia, si bien
no de una manera científica, tal como necesita le mente, que el amor
es mucho más que eso, aunque no me refiero en absoluto al amor que
los seres humanos creamos para sostenernos en este mundo sin
volvernos locos ante la amargura de una vida en la soledad del alma.
El
amor es un estado vibracional, nace de nuestra alma porque pertenece
al alma, al ser, al espíritu, de hecho, somos amor en estado puro.
Eso
significa que el amor del alma está muy por encima de la imitación
insignificante que hemos inventado en este mundo. Los seres humanos
siempre hemos estado demasiado distraídos intentando sobrevivir, no
ser asesinados o no quedarnos sin alimento porque otros se lo
pudieran llevar antes, preocupados por no morir mañana, en una
primera fase de la humanidad, y más tarde, desesperados por no
perder nuestra casa, nuestro trabajo, nuestra vida tal como la hemos
construído, o incluso, algunos con más “suerte”, luchando por
no dejar de disfrutar de ciertas comodidades, aunque eso signifique
el sacrificio de otros.
Nos
hemos inventado a nosotros mismos como los grandes egoístas que sólo
quieren tenerlo todo a su alcance, olvidando que hay otros humanos
sufriendo para que esos otros puedan tenerlo todo.
Libre
albedrío que nos ha llevado a realizar pactos para saldar karmas,
por una mala gestión de nuestro proceso de vida y experiencia en
este lugar, alejándonos cada vez más de nuestra naturaleza
verdadera, creyendo así que estamos todos separados, que lo que le
sucede a uno, no le afecta al otro... Nada más lejos de la realidad,
la naturaleza es una simbiosis perfecta, cuando un árbol es talado,
todo el bosque se ve afectado, cuando un ser humano es asesinado,
todo un mundo energético se ve comprometido...
Eso
que creemos que es amor y que nos da derecho a poseer y desear poseer
al ser amado, controlar lo que hace, o nos hace pensar que tenemos
derecho sobre sus decisiones, eso, no es amor...
Amar
es comprender, respetar la vida del otro, sus decisiones, no juzgar
ni para bien, ni para mal, compartir y no competir, no desear estar
por encima de nadie, dar sin esperar nada a cambio...
El
amor del alma es capaz de ser amor siempre, sin importar nada, pero
el amor del ser humano tiene muchas condiciones.
Me
enfrenté a todos mis temores para alcanzar ese estado dentro de mí
y expandirlo por todo lo que soy como humana. Como yo, otros también
lo hicieron, y comenzamos así un proceso de reconocimiento de lo que
somos en realidad que ha sido y es toda una gran aventura.
Ahí
he descubierto que los conocimientos que hay en mi memoria mental se
han ido uniendo a una sabiduría especial que nacía de lo más
profundo de mí, era como si de pronto supiera más de lo que sabía,
como si una fuerza interior me proporcionara más conocimiento. Yo lo
empecé a llamar sabiduría ancestral, aunque también supe que era
mi alma quien me acercaba hasta ese saber.
Resultó
ser increíble descubrirme dentro de mí, ver mi potencial, y
comprender que no me amaba, ni me respetaba tampoco a mí misma, que
nadie sabe amarse y que ese es el origen del problema que tenemos
como seres humanos, no sabemos amarnos y, como consecuencia, no
sabemos amar a los demás, y eso quiere decir que estamos
desconectados de nuestra alma y de nuestra fuente de origen, así
como de las almas de los demás. Es como si las neuronas de nuestro
cerebro decidieran ir cada una a lo suyo y no se comunicaran entre
ellas, eso sería un caos para nuestro organismo, y así es como ha
sido en nuestro mundo, un caos por la desconexión entre nosotros que
estamos viviendo.
Somos
algo así como células que han dejado de saber lo que son y han
comenzado a atacar a su propio organismo. Como células individuales
tenemos que volver a estar unidas, pero primero debemos recordar cuál
es nuestra función o misión, amarnos, hallarnos a nosotras mismas,
liberarnos de lo que nos enturbia y reconectar con el gran organismo
que nos envuelve, en simbiosis, uniéndonos todas para que todo esté
en orden y en perfecto equilibrio y armonía. Si fallamos, falla todo
lo demás.
Así
como supe que estamos desconectados de lo que somos, supe que había
vivido hacia el exterior, pero ahora estoy viviendo hacia mi
interior.
Algunos
piensan que solo con comenzar a hacer este ejercicio de mirar dentro
de sí mismos es ya suficiente, pero no es así, esto es como pensar
que lanzarte al mar a nadar significa que puedes ya adentrarte en lo
más profundo del mismo. Es muy distinto comenzar a nadar en tu
océano interior, sentir esa superficie de tu interior, a andentrarte
buceando cada vez más profundamente en tu alma. El alma es como un
iceberg, puedes estar en contacto con lo que se ve con más
facilidad, como siempre hice yo antes de bucear dentro de mí, siendo
capaz de verla y sentirla, incluso era guiada por ella, pero no de la
misma manera, ni con la misma intensidad que cuando la descubrí más
allá de lo que mi vaga percepción me permitía en un principio.
Me
he dado cuenta también de que algunas personas necesitan una
detallada explicación de lo que es el alma, de lo que es el espíritu
y la mente, pero para mí todo eso sólo son conceptos mentales,
necesarios sólo para los que no saben conectar con su propia
sabiduría interior, pues el alma te da las respuestas que la mente
no sabe darte.
Me
he encontrado en mi camino, llamémosle “espiritual”, aunque no
lo considero un término adecuado, con personas que precisan hacerse
notar con sus explicaciones sobre la ascensión, el futuro de la
humanidad, el alma, el ego, pero todo eso no son más que términos
conceptuales que necesita el propio ego para comprender qué está
pasando en su interior y en consecuencia en el exterior.
En
meditación he aprendido a desconectar de lo que hay ahí afuera, y
ese estado de silencio me otorga la fuerza inconmensurable de mi
alma, sin necesitar saber qué es el alma, sólo sintiendo lo que es,
y así funciono yo, sintiendo, no es para mí importante ponerle
nombre y apellido a las cosas que tienen que ver con mi ser o con mi
alma, el lenguaje humano es demasiado burdo y obsoleto para definir
con total veracidad y certeza lo que hay dentro de nosotros mismos...
de nada sirven las explicaciones intelectuales y cultas de todo esto,
a mí, me sobran.
Así
también descubrí que mi gran sabiduría no reside en las palabras
que utilizo para comunicarme, sino en los silencios que se ocultan
dentro de mí.
Ahora,
lo que más deseo, es poder comunicar esos silencios a través del
corazón, desde mi alma hacia otras almas, sin necesidad de
palabras...
Tal
vez ese sea el paso siguiente, podernos comunicar sin verbalizar lo
que hay en nosotros, ser capaces de mirarnos a los ojos y saber, a
través de las sensaciones, lo que el otro nos quiere decir... Un
paso posterior a nuestra reconexión con nuestro ser.
De
hecho, es así como canalizo al etérico de mi alma gemela, me habla
con sensaciones que yo recibo en mi corazón, y realmente hay
demasiados mensajes en ellas, tantos que no se pueden decir con
palabras. Lo curioso es que la sensación está colmada de amor, un
amor que inunda todo mi cuerpo, mi ser completo, y su traducción en
nuestro lenguaje sería muy larga, aunque sólo tarde un par de
segundos en comunicarse conmigo, lo que me transmite podría ocupar
más de cuarenta páginas como esta.
Para
describir lo que se siente podría compararlo con las sensaciones que
la música despierta en mí. Una bella melodía puede desencadenar en
nosotros cientos de sensaciones y emociones, puede convertirse en la
inspiración que nos lleve a escribir un poema, o puede hacernos
recordar momentos maravillosos de nuestra vida. También podemos
experimentar sensaciones cuando comemos una fruta fresca que nos
encanta, o cuando alguien a quien amamos nos mira directamente a los
ojos, transmitiendo todo su amor en su mirada. No es un secreto, ni
un misterio, que las sensaciones no son fáciles de describir, pues
están cargadas de información. Así es como nos podremos llegar a
comunicar algún día.
Respecto
a los términos más intelectuales, yo también podría usarlos, de
hecho, dentro de mí hay mucha información que no sé como describir
de una forma sencilla, pues tiene que ver con conceptos muy complejos
sobre el universo, sobre la vida, sobre el ser humano y su despertar,
pero están dentro de esos silencios, los cuales son grandes
universos dentro de mí.
Sin
embargo, no los uso si no es por un bien que no tenga que ver con mi
ego personal, pues mi alma no necesita presumir de vocabulario, ni de
sabiduría, ni de tener conocimientos y definiciones puntillosas y
detalladas sobre los temas que tienen que ver con la espiritualidad,
o con otros temas... no he venido a realizar ese trabajo, y los que
me conocen de verdad saben que sólo lo comparto en privado, y sólo
si es necesario o divertido hablar sobre ello.
Tal
vez mi ego se enfada, se entristece y se indigna cuando ve que,
incluso en un camino de reencuentro con uno mismo y su propia verdad,
todavía seguimos compitiendo y buscando las diferencias que marquen
quién sabe más, quién es más elevado, quién es un iluminado,
quién se convierte en el más popular... quién tiene más
conocimientos...
Cuando
vi eso recordé que, antes de adentrarme tanto en mi alma, el mundo
que me rodeaba y en el que vivía, no era muy diferente de esto que
estoy viendo ahora... y eso decepcionó a mi parte más humana.
Nada
ha cambiado a mi alrededor, el ser humano continua siendo igual que
siempre, salvo en algunos casos en los que las almas han comenzado a
resurgir y a ganarle terreno al ego. Supongo que todo es proceso y
que tarde o temprano todos seremos más alma que ego, y supongo que
debo aceptar lo que soy y lo que son los demás, al fin y al cabo, la
decepción es responsabilidad del que ha sido decepcionado, pues
somos nosotros los que ponemos espectativas, los que esperamos que
una persona sea de una manera, los que idealizamos al otro, los que
interpretamos lo que nos conviene, los que nos enamoramos y nos
fijamos sólo en lo que esperamos que la otra persona sea. Tal vez,
el otro también intenta aparentar algo que no es y por eso luego,
tras el engaño, la decepción es doble. Ni mostramos lo que somos,
ni queremos ver la realidad del otro, sino lo que deseamos ver para
sentirnos complacidos.
Y
es que realmente nada es lo que parece...por eso es importante
aceptarnos y amarnos para mostrarnos como somos, sin querer aparentar
otra cosa para agradar al otro, y para que seamos capaces de amar y
aceptar al otro por lo que es, no por lo que desearíamos que
fuera...
Sólo
así surge el verdadero amor, sin referirme al amor de pareja, sino
al amor en general, el amor hacia la verdad que hay en ti y hacia la
verdad que hay en el otro.
Y
sólo así, cuando hallas a tu compañero de camino puedes
reconocerle desde tu verdad a la suya.
Arduo
camino para dejar de ser ciegos...para dejar de vivir en un mundo de
ilusiones y espejismos...
Por
ahora, me conformo con saber mi verdad, con vivir en mi templo, con
aprenderme a amar cada día más... Tal vez, con un poco de ayuda del
universo, pueda reencontrarme con mi compañero energético, aunque
para eso, él tendrá que hallar su propia verdad...arduo
camino...mientras el ego se desespera en la espera y en el
desasosiego de ver cómo caen los velos y se descubre la realidad, el
alma se regocija por ese descubrimiento y por saber que ya queda
menos en este camino...
A
pesar de la tristeza de mi ego, la cual debo sanar con el amor de mi
alma, comprendo que todo está bien, todo es como tiene que ser, todo
está perfecto según el plan divino, pero añoro a mi compañero,
añoro mi hogar, añoro poder respirar el amor que desprenden las
almas despiertas a través de sus cuerpos...
Arael
Líntley